El cuerpo no deja de cambiar a lo largo de nuestra vida. La edad y la genética son los principales responsables de estos cambios aunque no los únicos. Factores externos como el tabaco, el alcohol, una mala alimentación o tomar el sol en exceso son determinantes para el deterioro de nuestra salud a lo largo de las décadas.

En el caso de las mujeres, la cantidad de hormonas que tenemos condiciona la evolución de nuestro cuerpo a lo largo de las décadas. También la fertilidad es clave para entender los cambios que se producen. “Entre las décadas de los 20 a los 60 años, la mujer sufre una serie de cambios importantes, tanto a nivel hormonal como físicos, como consecuencia de los ciclos menstruales, embarazos y otros derivados del envejecimiento reproductivo”, explica María Luisa Fernanda Pérez, especialista en Endocrinología en el Hospital Vithas Fátima de Vigo. Ella y otros especialistas explican cómo nos trasformamos con el paso del tiempo.

A los 20 años

Mujer joven bebiendo agua tras hacer deporte

A los 20 años hay que crear buenos hábitos de alimentación y de ejercicio porque repercutirán en nuestra salud futura

Durante esta década la mujer se encuentra plena de energía y de rendimiento y gozamos de un estatus de salud basal. “El cuerpo se adapta a nuestro ritmo de vida y rendimos mejor físicamente”, advierte Concepción de Lucas Ortega, ginecóloga en el Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid.

La genética es un factor fundamental que determina el envejecimiento endógeno, sin embargo, todo pasa factura. Por mucho que a los 20 años la piel esté repleta de colágeno, un fin de semana de excesos en la playa o fumar a diario son puntos que se acumulan en contra de la epidermis y del tiempo. “Si una persona con una predisposición genética a tener una dermis más fina o una piel más clara, además fuma, toma mucho el sol y gesticula en exceso, puede tener arrugas en la década de los 20 años”, señala María Teresa Truchuelo, dermatóloga del Hospital Vithas Nuestra Señora de América de Madrid.

De Lucas aconseja crear buenos hábitos de alimentación y ejercicio evitando el alcohol y el tabaquismo, así como prestar atención a los desórdenes alimenticios y acudir a las revisiones ginecológicas anualmente.

En cuanto a la piel, durante esta década y la tercera, la mujer pierde los brillos de la adolescencia y por eso debe de empezar a utilizar cremas hidratantes, que posteriormente deben ser ricas en alfahidroxiácidos.

Durante la segunda década la mujer está en la plenitud de su desarrollo sexual por la actividad ovárica. “La secreción de hormonas como los estrógenos y la progesterona juegan un papel fundamental en el ciclo menstrual y la fertilidad”, explica Alicia Esparza, ginecóloga del Hospital Vithas Medimar Internacional de Alicante.

Al nacer, nuestros ovarios tienen un millón de ovocitos y ya no se producirán más. En cada ciclo menstrual se van desechando, por eso conforme avanza el tiempo desciende la posibilidad de ser madre hasta que llega la menopausia. “Entre los 15 y los 25 años la probabilidad de quedarse embarazada en cada ciclo es de un 40 por ciento”, señala Esparza. Durante esta época se deben tener en cuenta los tratamientos anticonceptivos para evitar un embarazo no deseado así como la asistencia sobre la transmisión de enfermedades infecciosas.

A los 30 años

Mujer embarazada ante una ventana

La media de edad en las que las mujeres españolas deciden tener su primer hijo se sitúa en los 32 años

A partir de los 30 años hay un descenso del metabolismo, lo que significa que, si no realizamos ejercicio físico, quemamos menos calorías por minuto de manera natural.

La especialista Concepción de Lucas señala que si además se lleva un estilo de vida sedentario, con estrés laboral o una mala alimentación, nuestra condición física puede empeorar. 

Además esta es la década en la que la mayoría de españolas tiene su primer hijo: la media se sitúa en los 32 años. La experta señala que este momento es clave para la mujer. “En esta década se va perdiendo tono muscular y, con los embarazos, el cuerpo puede sufrir cambios importantes, con aumentos y descensos de peso, volumen corporal y flacidez muscular”.

También es frecuente observar acné adulto, que suele aparecer en la zona de la mandíbula y que se debe a un exceso de sensibilidad de la piel de esa zona a los cambios hormonales y que puede tratarse con tratamientos de anticonceptivos orales o reincides orales (no indicados para mujeres embarazadas puesto que puede producir alteración es en el feto) o sintéticos, como explica la dermatóloga María Teresa Truchuelo. Este tipo de acné también puede deberse a trastornos como el ovario poliquístico o al uso de cosméticos demasiado grasos.

A partir de los 30 años comienzan a aparecer las arrugas de expresión en las zonas en las que más gesticulamos, como el entrecejo o el área de los ojos, con bolsas y patas de gallo. La especialista recomienda utilizar cremas hidratantes y que contengan principios activos como los mencionados alfahidroxiácidos, que busquen la remodelación de la piel, vitamina C y niacinamida.

Concepción de Lucas también señala que hay que mantener los buenos hábitos de alimentación y ejercicio, acudir anualmente a las revisiones ginecológicas y hacer chequeos de salud para vigilar el colesterol, el peso, la agudeza visual y auditiva y la detección precoz de enfermedades y patologías.

A partir de los 35 años la fertilidad de la mujer desciende y es cada vez más difícil quedarse embarazada, por eso los ginecólogos aconsejan no atrasar la maternidad más allá de esta edad ya que, además de tener que recurrir a técnicas de reproducción asistida, se añaden los riesgos de sufrir abortos, hipertensión, diabetes y deformaciones o alteraciones en el feto. “A partir de los 40 años la probabilidad de embarazo en cada ciclo se sitúa en el 25 por ciento”, señala Alicia Esparza.

A los 40 años

A partir de los 40 añoslos discos intervertebrales se van comprimiendo y es normal que aumenten los dolores de columna

Durante la cuarta década de nuestra vida comienzan a producirse una serie de cambios en nuestra fisionomía. De Lucas explica que la grasa que predominaba en los glúteos y piernas para una posible lactancia, comienza a redistribuirse en el abdomen, aumentando el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

Asimismo, disminuyen la masa y el tono muscular y aumenta la flacidez en brazos y piernas, sobre todo si no realizamos ejercicio físico.

“El nivel de hormonas desciende y la mujer se va alejando de su periodo de mayor fertilidad”, afirma la experta.

La piel pierde elasticidad y empiezan a desarrollarse las manchas solares como los lentigos, que se marcan más en las pieles más claras. “Se intensifican las arrugas de expresión y empiezan a variar los volúmenes faciales”, aclara Truchuelo. La experta recomienda láseres antimanchas, toxina botulínica para arrugas de expresión y ácido hialurónico para tratar las arrugas del surco nasogeniano y la pérdida de volúmenes.

Los buenos hábitos alimenticios y el ejercicio contribuirán a una mejor transición menopáusica en el futuro, como advierte De Lucas. La especialista indica que, a partir de los 40 años, se eleva la tendencia a padecer hipertensión y colesterol, patologías que también se observan en los hombres.

Además, De Lucas señala que los discos intervertebrales se van comprimiendo y es normal que aumenten los dolores de columna, la pérdida de tono muscular y que aparezca la osteoporosis o pérdida de masa ósea. “Es importante que las mujeres jóvenes prevengan su aparición realizando una dieta rica en calcio y ejercicios de fuerza muscular. Esto sirve para acondicionar los músculos, volverlos más resistentes y más fuertes. También fortalece la unión del músculo con el hueso a través de los tendones”, aconseja la especialista.

“A partir de los 45-50 años las mujeres pueden empezar a notar sofocos, irritabilidad, dificultad para dormir, sequedad vaginal, disminución de la libido y alteraciones en la menstruación; estamos en la premenopausia”, explica Esparza, que aconseja verlo como “una etapa natural en la mujer”, que se ha de normalizar y tratar si es necesario para disminuir los síntomas. “No debemos temerla ni existen métodos para prevenirla, simplemente aceptarla como otra etapa como persona y como mujer”, señala.

A partir de los 45 años también puede producirse la menopausia precoz, que normalmente se produce entre los 50 y 55 años.

De los 50 a los 60 años

En cada etapa de la mujer, se producen cambios físicos y psicológicos que hay que aceptar y vivir

Durante la década de los 50 las mujeres empiezan a sufrir la menopausia, que es la ausencia de menstruación durante más de 12 meses y se debe al cese permanente de la función folicular. Su diagnóstico es clínico y retrospectivo, cuando han transcurrido 12 meses desde la última regla sin haber existido ningún sangrado menstrual.

Concepción de Lucas aclara que “no existen directrices claras de cómo afrontarla por qué cada mujer tiene diferentes experiencias, pero la mayoría de los cambios en sus cuerpos están relacionados con ésta”.

Durante este periodo continúa la alteración en la distribución de grasa corporal, empeora el aspecto de la piel en cuanto a elasticidad e hidratación, se experimenta sequedad vaginal y otras mucosas que pueden producir dolores durante las relaciones sexuales, disminuye el tono muscular y se deterioran los huesos de la columna, las articulaciones o aparecen problemas de artrosis.

“También se incrementa el riesgo cardiovascular, las alteraciones del sueño y la memoria influenciados por la pérdida gradual de los estrógenos”, explica la especialista, que añade que los cambios en el estilo de vida pueden causar varios cambios en el estado de ánimo: “durante esta etapa es normal sufrir más ansiedad, depresión y una baja en el estado de ánimo”.

La mujer que se encuentra en la quinta década también podría notar que pierde vello púbico y axilar, sufre cambios en el pelo y en la piel o aumenta de peso corporal.

La menopausia provoca que, entre los 50 y los 60 años, la piel de la mujer experimente muchas alteraciones. “La bajada de estrógeno que se produce en este momento de la vida de la mujer conlleva un afinamiento de la piel y deshidratación, lo que provoca que se intensifiquen las arrugas y se sufra ‘descolgamiento’ de estructuras”, explica Truchuelo.

De Lucas recomienda aclimatar el cuerpo a los síntomas de la menopausia reduciendo la temperatura corporal con ropa ligera y tomando bebidas frías, así como hacer ejercicio de manera regular para prevenir la osteoporosis. Una nutrición adecuada, hacer ejercicios de respiración controlada y acudir a las revisiones ginecológicas y otros chequeos médicos también son consejos a tener en cuenta durante esta etapa y durante la sexta década de nuestra vida.

La especialista recuerda, además que “a lo largo de toda la vida de la mujer, el ginecólogo debe estar presente, adaptándose sus actuaciones a los distintos estatus de salud y reproductivos.

Alicia Esparza añade que, en cada etapa de la mujer, se producen cambios físicos así como cambios psicológicos y que el especialista debe ser un punto de apoyo al que preguntar constantemente. “Son fases vitales que hay que aceptar y vivir. Cada cambio que no entiendas o duda que tengas, tendrás a tu ginecólogo para resolverlos”.

 

ncG1vNJzZmibpZ6xosDEqaOuq16irrOvwGeaqKVfqLK5wcCloJ2ZlGSzprnEp6CnmV9nfXKCjmpoaGllZLCiucGimGabpZq%2FsbuMpqyjnaJif3F5lWlkmqafqHpyf5Nwam9mmKm6rQ%3D%3D